Vivo en la hermosa isla de Menorca desde hace unos 14 años.

Cuando llegué por primera vez, se suponía que solo iban a ser unos meses para trabajar en la temporada de verano. Sin embargo, esta isla tiene un efecto que cuando la visitas una vez, acabas volviendo. Vine por un segundo verano y terminé quedándome durante todo el año.

Menorca es un lugar de temporada turística con la mayoría de sus centros turísticos costeros y negocios cerrados en el invierno, pero esto realmente me dio la oportunidad de conocer la autentica Menorca y los lugareños. Fuera de temporada es cuando comencé a aprender castellano, simplemente hablando con la gente.

Menorca tiene mucho que ofrecer en términos de naturaleza y vida salvaje. Cuenta con alrededor de 130 playas (poco a poco estoy intentado visitar a todas). Algunos se encuentran en complejos turísticos y tienen restaurantes en primera línea de mar, pero mis favoritos son las playas vírgenes sin ningún tipo de instalaciones, y muchas se tiene que caminar bastante para llegar. La isla tiene un camino rural "Cami de Cavalls" al que se puede acceder a pie, en bicicleta o a caballo y se puede explorar toda la isla y ver lugares que solo se verían en una postal. Menorca fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993 y está muy bien protegida.

La isla todavía tiene muchas tradiciones antiguas; fabrican las famosas sandalias menorquinas, producen ginebra local, sirven platos tradicionales y celebran al Santo Patrón de cada ciudad y pueblo durante todo el verano con sus fiestas donde aparecen los caballos menorquines y bailan al ritmo de la música mientras se bebe "pomada" (ginebra local y limón).

Las ciudades y pueblos tienen un verdadero sentimiento de comunidad. Los lugareños son muy sociables y siempre disfrutan de eventos organizados localmente, conciertos y mercados nocturnos.

Aunque la isla es pequeña, ¡siempre hay un nuevo lugar para descubrir y lo más importante, para fotografiar!